El crecimiento exponencial de la inteligencia artificial ha desatado una nueva crisis energética y ambiental: ¿dónde ubicar los centros de datos que alimentan estos sistemas cada vez más potentes? No se trata solo de una cuestión de NIMBYismo (“Not In My Backyard”), sino de una creciente presión sobre las redes eléctricas terrestres y el consumo desmesurado de agua para refrigeración. En respuesta, reguladores y ambientalistas han comenzado a alzar la voz. Pero ¿y si la solución no está en nuestro planeta?
Sam Altman sueña con energía de fusión, pero una idea mucho más práctica ya ha comenzado a materializarse: trasladar los centros de datos fuera de la Tierra. Hace más de 50 años, el físico Gerard O’Neill planteó una pregunta provocadora: ¿Es realmente la superficie de un planeta el mejor lugar para expandir la civilización tecnológica? Su respuesta fue un rotundo “no”. Y ahora, con el auge de la IA, esta visión cobra nueva vida.
¿Por qué llevar los centros de datos al espacio?
Un centro de datos necesita tres cosas: energía, refrigeración y conectividad. Empresas como Starcloud Inc. argumentan que todas estas necesidades pueden ser satisfechas más eficientemente en órbita terrestre baja (LEO).
Energía ilimitada del sol
En el espacio, la energía solar no sufre interrupciones por nubes o ciclos día-noche, especialmente en órbitas solares sincrónicas (SSO), donde los satélites mantienen una posición constante respecto al sol. En ausencia de atmósfera, los paneles solares son más eficientes, y se puede almacenar energía para breves periodos de sombra. De hecho, el sistema solar de 120 kW de la Estación Espacial Internacional (ISS) ha funcionado por décadas sin mayores contratiempos.
Refrigeración en el vacío del espacio
Aunque el espacio no es tan frío como lo pintan las películas (es más como un termo gigante), los ingenieros ya dominan la tecnología de radiadores para disipar el calor por radiación infrarroja. Satélites y sondas espaciales llevan años utilizando estos sistemas. Si bien en la Tierra la temperatura ambiente varía con las estaciones, en una SSO el entorno térmico es estable. Esto permite diseñar sistemas de enfriamiento líquidos conectados a radiadores que siempre miran hacia el espacio profundo, sin necesidad de mecanismos móviles complicados.
Conectividad global… y más rápida
La conectividad también está resuelta. Con proyectos como Starlink, las comunicaciones de alta velocidad en órbita ya son una realidad. De hecho, la velocidad de la luz en el vacío supera en 31% a la de las fibras ópticas terrestres. Esto podría reducir la latencia en las comunicaciones entre usuarios terrestres y servidores en órbita, e incluso hacer que un usuario europeo acceda más rápido a datos espaciales que a un centro de datos en EE. UU.
¿Quién está en la carrera espacial de la IA?
Europa ya se ha lanzado al ruedo con el estudio ASCEND (Advanced Space Cloud for European Net zero Emission and Data sovereignty), que planea lanzar un centro de datos de 32 toneladas y 800 kW en la década de 2030. La idea no solo apunta a reducir emisiones, sino también a proteger la soberanía digital europea.
Estados Unidos, por su parte, apuesta por la iniciativa privada. Axiom Space, en colaboración con AWS, colocó un dispositivo Snowcone en la ISS en 2022, dando los primeros pasos en computación en la nube espacial. Además, planean lanzar centros de datos autónomos a partir de 2027, mientras que Starcloud tiene planes aún más ambiciosos: construir un clúster de 5 GW con una estructura solar/radiador de 4 km por 4 km, el mayor objeto jamás ensamblado en órbita. Su demostrador inicial, Starcloud-2, está previsto para 2026.
Pero mientras Europa y EE. UU. sueñan en grande, China ya ha empezado a ejecutar. La startup ADA Space lanzó en mayo de 2025 los primeros 12 satélites de su supercomputadora orbital, la Three Body Computing Constellation. Con una capacidad de procesamiento de 5 petaoperaciones por segundo y una red óptica de 100 Gb/s, estos satélites representan un verdadero clúster espacial. Y lo más sorprendente: son apenas la primera ola de un total de 2,800 satélites.
¿Futuro inevitable?
Llevar los centros de datos al espacio ya no es una fantasía de ciencia ficción. Es una respuesta técnica, ambiental y estratégica a los desafíos que enfrenta nuestra civilización digital. Desde una mayor eficiencia energética hasta la posibilidad de soberanía tecnológica sin las limitaciones terrestres, el espacio podría ser el próximo gran salto para la infraestructura de IA. Y, como dice el refrán, quien controle las alturas… controlará el futuro de los datos.